Un día te vas a
levantar triunfante, aspirando hondo el aire primaveral que se mete por la
ventana. Un día portarás “Don de Gente”, te distinguirás por tu vocabulario
entrenado, y te darás aires de político. Cambiarás el colchón por un somier de
resortes y comerás a lo yanqui con caviar. Y se te hinchará el pecho cuando escuches que
te nombran o te llamen Doctor, porque al fin de cuentas, llegaste al título que
tanto querías.
Un día vas a revolear el mate, y tomarás sólo café. Y en la parada del bondi, huérfanos de puchos, quedarán ausentes tus pasos cansados y aquellas manos heladas del frío invernal, acurrucadas en los bolsillos.
Y pasarán las lluvias, y el sol menguante de los atardeceres en las plazas, porque ya no te moverás en bicicleta sino con chofer. Y las ágiles corridas hasta la fotocopiadora, o la trenzada con los compañeros de la lista marrón, serán páginas de otras historias. Estarás para cosas más importantes. Serás uno más en la escena del ganador. Serás el que sonríe en las páginas de las revistas más conocidas, con esa sonrisa eterna de los que no conocen el fracaso, sino los triunfos. La sonrisa del “Yo estoy aquí, de este lado, y vos… vos, No”.
Un día te vas a dedicar a lo que más te gusta y vivirás de ello. Se te abrirán puertas hacia los siete mares y surcarás muchos cielos. Te codearás con la crema, y tu vieja, ¡la vieja!, qué orgullosas retóricas tendrá para hacer envidiar a las del barrio.
Sí, mi hijo. Que llegar, se llega. Sigue remando contra la corriente de las funciones lineales, ¡arremete contra las derivadas exponenciales!, ¡no claudiques ante tus sueños!... ¡tendrás el poder de cambiar los caminos por los que pases! Y te verás inmerso en un día como cualquier otro, recordando un momento, el examen que desafiaste por primera vez con ímpetu de licenciado. ¡Aprobarás!, ¡aprobarás!... o no serás nada.
Un día vas a revolear el mate, y tomarás sólo café. Y en la parada del bondi, huérfanos de puchos, quedarán ausentes tus pasos cansados y aquellas manos heladas del frío invernal, acurrucadas en los bolsillos.
Y pasarán las lluvias, y el sol menguante de los atardeceres en las plazas, porque ya no te moverás en bicicleta sino con chofer. Y las ágiles corridas hasta la fotocopiadora, o la trenzada con los compañeros de la lista marrón, serán páginas de otras historias. Estarás para cosas más importantes. Serás uno más en la escena del ganador. Serás el que sonríe en las páginas de las revistas más conocidas, con esa sonrisa eterna de los que no conocen el fracaso, sino los triunfos. La sonrisa del “Yo estoy aquí, de este lado, y vos… vos, No”.
Un día te vas a dedicar a lo que más te gusta y vivirás de ello. Se te abrirán puertas hacia los siete mares y surcarás muchos cielos. Te codearás con la crema, y tu vieja, ¡la vieja!, qué orgullosas retóricas tendrá para hacer envidiar a las del barrio.
Sí, mi hijo. Que llegar, se llega. Sigue remando contra la corriente de las funciones lineales, ¡arremete contra las derivadas exponenciales!, ¡no claudiques ante tus sueños!... ¡tendrás el poder de cambiar los caminos por los que pases! Y te verás inmerso en un día como cualquier otro, recordando un momento, el examen que desafiaste por primera vez con ímpetu de licenciado. ¡Aprobarás!, ¡aprobarás!... o no serás nada.
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